Un viaje por la tierra de los mil paisajes

Paisaje espectacular del Monte Cook nevado en Nueva Zelanda, con un lago de aguas turquesas y frondosos bosques, un destino imperdible para los amantes de la naturaleza y la aventura.

De Auckland a

Christchurch:

de cumbres

nevadas

a bosques milenarios.

Hay países que se recorren, y otros que se sienten en la piel, en los ojos y en el alma.

Nueva Zelanda, o como la llaman sus pueblos ancestrales, Aotearoa, es uno de esos lugares que parecen inventados por la naturaleza para sorprenderte en cada kilómetro, te atrapan con su belleza indómita y su alma antigua. Una tierra de leyendas maoríes, cielos de un azul profundo, glaciares que se deslizan hasta casi tocar el mar y fiordos donde las montañas se sumergen en aguas oscuras. Un país joven geológicamente, salvaje y acogedor, que invita a perderse y encontrarse en sus paisajes imposibles.

En este viaje dejamos atrás la prisa para sumergirnos en un recorrido que une historia, naturaleza indomable y cultura ancestral.

Vista de Auckland al amanecer, con el skyline reflejado en el agua y un cielo teñido de suaves tonos rosados y naranjas.

Auckland: la vibrante puerta de entrada

Comenzamos en Auckland, la ciudad más dinámica y cosmopolita del país. Sus modernas avenidas contrastan con la historia viva que guarda el Auckland Museum, donde los tallados maoríes y una imponente canoa de guerra parecen narrar antiguas epopeyas. Desde lo alto de la Sky Tower, la vista de 360 grados sobre la ciudad revela un horizonte de volcanes dormidos y un puerto salpicado de veleros. Al caer la tarde, el Viaduct Harbour se anima con terrazas junto al mar y un ambiente relajado.

Espectacular vista del Hole in the Rock desde Paihia, en la Bahía de las Islas, Nueva Zelanda; una impresionante formación rocosa natural rodeada de aguas turquesas y paisajes costeros.

Bahía de las Islas: naturaleza y mitología

Viajamos al norte, hacia la Bahía de las Islas, una postal de islas verdes y aguas turquesa. Desde Paihia, un crucero nos lleva entre acantilados y delfines hasta el famoso “Hole in the Rock”. Aquí, según la mitología maorí, las almas de los muertos emprenden su viaje hacia el más allá. Caminatas suaves y atardeceres dorados completan el escenario perfecto.

Impresionante vista de Tāne Mahuta, el árbol kauri más grande de Nueva Zelanda, en el corazón del Waipoua Forest, rodeado de vegetación nativa y senderos naturales.

Bosques primitivos y árboles sagrados

El Waipoua Forest es un santuario verde donde los kauri, árboles milenarios, se alzan como columnas de un templo natural. Tane Mahuta, "El Señor del Bosque", con sus 2.000 años, es casi un dios viviente. Es casi inevitable no sentirnos pequeños bajo su copa. Y en la pequeña Russell, primer asentamiento europeo, las casas de madera y la iglesia más antigua del país cuentan otra cara de la historia.

Luces en la oscuridad y el pulso de la tierra

Las cuevas de Kawiti, un universo subterráneo iluminado por miles de luciérnagas que simulan una vía láctea bajo la tierra. Más adelante, Rotorua revela su alma geotermal: piscinas de lodo burbujeante, fumarolas y lagos humeantes. Es un lugar donde la tierra respira, y la cultura maorí sigue viva en sus canciones, danzas y banquetes Hangi.

Impresionante vista del Tongariro Alpine Crossing nevado en el Parque Nacional Tongariro, Nueva Zelanda, con paisajes volcánicos cubiertos de nieve y senderos de alta montaña.

Caminos entre lagos y montañas sagradas

El paisaje cambia con cada kilómetro. Las aguas turquesas del lago Taupo, las imponentes Huka Falls y los cráteres de colores imposibles en Wai-O-Tapu son una antesala al Tongariro National Park, con sus volcanes sagrados y senderos de otro mundo. El Tongariro Crossing, para los más aventureros, promete ser una de las caminatas más espectaculares del planeta.

Escena de otoño entre viñedos en Marlborough, Nueva Zelanda, mostrando la belleza de la temporada en una de las principales regiones de vino del país

De la capital cultural al corazón vinícola

Wellington nos recibe entre colinas verdes y cafés bohemios. Desde el mirador de Mount Victoria, la ciudad se despliega entre el puerto y el horizonte. En el ferry hacia la Isla Sur, los fiordos del Queen Charlotte Sound acompañan la travesía hacia una tierra aún más salvaje. Los viñedos de Marlborough y los mejillones gigantes de Havelock son el primer regalo de bienvenida.

Vista desde el final del sendero hacia la playa en Abel Tasman National Park, Nueva Zelanda, con un día soleado y aguas cristalinas de color azul turquesa.

Playas doradas y aguas cristalinas

En Abel Tasman National Park, los senderos costeros se abren paso entre playas doradas y bosques de helechos. Es un paraíso que invita al baño, la caminata pausada y la contemplación. Aquí el tiempo parece detenerse.

Costa salvaje y glaciares junto al mar

La West Coast ofrece una naturaleza mucho más agreste. Acantilados azotados por las olas, colonias de focas y las curiosas Pancake Rocks, formaciones rocosas que silban y expulsan agua como géiseres marinos. En Hokitika, el jade maorí reluce en talleres artesanos. Y los glaciares Franz Josef y Fox, descendiendo casi hasta el bosque, son un espectáculo hipnótico.

Impresionante atardecer en el Lago Wakatipu, Queenstown, Nueva Zelanda, con cielos dorados reflejados en sus aguas cristalinas y montañas al fondo.

De lagos alpinos a la capital de la aventura

Atravesamos pasos de montaña y lagos como espejos, hasta Queenstown, la capital de la adrenalina. Pero más allá de sus deportes extremos, Queenstown regala una atmósfera vibrante, vistas sobre el lago Wakatipu y excursiones a escenarios de películas legendarias.

Panorámica de Te Anau y Milford Sound en Fiordland National Park, Nueva Zelanda, con majestuosas montañas nevadas, paisajes de tonos profundos y nubes bajas que envuelven el espectacular entorno natural.

Fiordos de otro tiempo

Desde Te Anau nos adentramos en Fjordland National Park, donde Milford Sound se revela como un mundo de otro tiempo. Paredones de roca, cascadas que caen desde lo alto y un silencio solo roto por el canto de los pájaros y el rumor del agua. Un crucero por este fiordo es viajar a una era prehistórica.

En Nueva Zelanda la naturaleza manda y te está esperando con los brazos abiertos …

Con los mitos maoríes que se entrelazan con lagos de aguas esmeralda, con montañas nevadas que protegen valles remotos…

Déjate impregnar por esa magnitud de nuestra mano, en un itinerario de 23 días donde te adentrarás en un viaje en el que una vez allí, no querrás que termine.

¿Vas a dejar que te lo cuenten?

¡Deja que lo hagamos realidad!


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